El "vive". Parte I.

Acuérdate de lo bueno...


Cuando el cielo esté gris, acuérdate de cuando lo viste profundamente azul.

Cuando sientas frío, piensa en un sol radiante que ya te ha calentado.

Cuando sufras una derrota temporal, acuérdate de tus triunfos y logros.

Cuando necesites amor, revive tus experiencias de afecto y ternura.

Acuérdate de lo que has recibido y de lo que has dado con alegría.

Recuerda los regalos que te han hecho, los besos que te han dado, los paisajes que has disfrutado y las risas que de ti han emanado.

Si has tenido esto, lo podrás volver a tener; pues todo lo que has logrado lo podrás volver a lograr.
Eres merecedor de ello.

Alégrate por lo bueno que tienes y por lo que tienen los demás; desecha los recuerdos tristes y dolorosos; no te lastimes más, piensa en lo bueno, en lo amable, en lo bello, en la verdad.

Recorre tu vida y detente en donde haya bellos recuerdos ye mociones sanas... y vívelas otra vez.

Visualiza aquel atardecer que te emocionó, revive esa caricia espontánea, disfruta nuevamente de la paz que ya has conocido. Vive y piensa en el bien.

Aquí, en tu mente, están guardadas todas las imágenes y sólo tú decides cuáles has de volver a mirar.

Fotografía: Todosomosuno.com

Cazando mariposas.

Llega la primavera, una pariente muy cercana que se deja notar. El sol brilla más y durante más horas, el calor aún no es sofoco veraniego y la miríada de plantas e insectos que nos rodean celebran su particular festival de vida.
Aunque se trata de una época de posibles bajones físicos y anímicos, no hay que permitir que estos se conviertan en decadencia, ni mucho menos. Por el contrario, pueden aprovecharse para disminuir el nivel de estrés, reorganizar el planing temporal, así como el mental; y ordenar cosas dentro y fuera de casa, dentro y fuera de la mente.
Cada rayo de sol es una nueva idea, oportunidad, razón de ser; que nuestra piel absorbe de forma casi mágica para alimentar nuestro cuerpo. Sin más. Elijas ponerte al sol o esconderte en la sombra, en el momento en que quedes expuesto a la más ligera radiación, no podrás evitar que tu organismo lleve a cabo tan arduo trabajo para darte un poco más de vida.
Imagina que cada nueva idea, oportunidad o razón de ser es un rayo de sol, y que penetra en nuestra mente con la misma facilidad que lo hace a través de la piel. Algo renovador que nos alimenta.
Aprovecha esos momentos de cansancio. Túmbate, échate una siesta, lee un buen libro, haz el remolón frente al televisor o sencillamente tirate en el cesped. Piensa o deja de pensar, no importa. Hay cosas maravillosas ahí fuera... sí, pero también aquí dentro. Así que, cómodo, simplemente espera a que entren en conexión.
Por otra parte, utiliza esos momentos de energía para hacer más cosas. ¿Ejercicio antes de verano? ¿cafés con los amigos que nunca ves? ¿tareas y trabajos que podrías ir adelantando? ¿o ese proyecto que siempre dejas para más adelante?
Es primavera... e incluso la cegadora luz del sol pierde su poder ofensivo con unas buenas gafas de sol. Si él no te nubla la vista... no cierres tus ojos.
¿Otro plan? Muy bien, vayamos a cazar mariposas... pequeñas cosas bonitas que revolotean a nuestro alrededor sin que apenas nos demos cuenta... pero cuyo batir de alas es suficiente para cambiar el mundo de nuestra vida.

El teatro.

Hablemos un poquito de la vida... de cosas amables, que siempre viene bien.

El perdón es la forma de bienestar mental más efectiva que puede practicar el ser humano moderno. Algunos teóricos afirman que su valor es incluso superior al del optimismo en el proceso de crear una vida satisfactoria y, por qué no, feliz.
Sin embargo, se trata de un arte que va más allá de la palabra e incluso del pensamiento consciente. Perdonar no es creer que se ha perdonado, sino ser capaz de hacerlo. Me explico. En ocasiones, el rencor-resentimiento permanece en formas casi imperceptibles, incluso en casos en los que retomamos una relación aparentemente normal con la persona perdonada.
Otro factor importante es la importancia del auto-perdón, sin duda mucho menos practicado y, realmente, olvidado.

Existen tácticas que solucionan uno y/u otro tipo de faltas con mayor o menor sencillez, pero, por su facilidad de entendimiento, me quedaría con un principio y un método.
En primer lugar, la palabra culpa es un vocablo contrario al perdón en su esencia. Es efectivo sustituirla por otra mucho más amable y que, sin duda, trae consigo la oportunidad de resolver la situación. Hablo de RESPONSABILIDAD.

Por tanto:
No hables de culpa ni de culpables, sino de responsabilidad y responsables... Del mismo modo, deja de ser culpable para convertirte en responsable de tu vida.
Por otro lado, existe una técnica realmente eficaz en el ejercicio correcto del perdón. Consiste en la aplicación de una serie de teorías que la genial Louise L. Hay supo compilar en un sencillo ejercicio. Yo lo llamo EL TEATRO (DE LA VIDA):
 Imagínate en una sala de teatro, frente a un escenario con densas cortinas. La sala puede acomodarse a tus gustos personales, así te encontrarás más cómodo. Elige tu asiento. Frente a ti, en el escenario, se corren las cortinas y aparece esa persona a la que no has perdonado (sí, la primera que se te venga a la cabeza).
Pasamos al primer punto. Se trata de algo opcional y que sólo debe realizarse en contadas ocasiones... No queremos convertirnos en una panda de sádicos, ¿no? :p
Comienza la peor obra de la historia de esa persona. Lo rodean todas las calamidades que desees, aquellas que representan los peores de sus miedos. ¿Qué sientes? ¿Te regocijas de su sufrimiento o sientes compasión? No importa, eso no te hace ni bueno, ni malo. Cierra el telón.
Los pasos segundo y tercero son realmente importantes, y aquellos que habrás de repetir siempre que apliques el método. Los detallo a partir, de, ya!
El telón se abre. Esa persona disfruta de la obra de la felicidad... lo mejor de su vida. Sus sueños se hacen realidad ante vuestros ojos, es feliz, sonríe, irradia alegría. ¿Qué, como te sientes ahora? Mantén esa imagen, te guste más o menos. Míralo, contento. No importa que te dé rabia, mantén la imagen. Es feliz, sí, y tú se lo estás permitiendo. El telón se cierra.
 Se reabre y te sorprende ver al nuevo protagonista de la obra: TÚ mismo. Aquí no hay historias tristes... pues todo lo que te rodea en el escenario es alegre. Tus sueños se cumplen y los disfrutas, tienes todo lo que quieres en este momento... Tu futuro es grande, y es presente. ¿Cómo te sientes ahora? Que no te sorprenda comprobar que, quizá, tampoco te sientes cómodo. Sea como sea, mantén la imagen, gózala, vive cada detalle... Y comprende que la felicidad de esa persona no ha impedido la tuya propia. Hay eternos papeles en este obra con un feliz feliz.
Cuando la luz se apaga sientes el frío de la roca en tus pies, y el chasquido de una cancela al abrirse. ¿Lo ves? Tu celda se ha abierto... huye de la cárcel del resentimiento y sé libre.

Es sencillo, ¿verdad? Si no te gusta, no lo practiques. Pero quizá te atraiga la idea de dedicarle cinco minutos al asunto. Si no, he conseguido que se te vayan unos pocos más leyendo cosas sobre el perdón, la vida y la felicidad. No está mal en los tiempos que corren.

Sonríe. Nos leemos pronto :)


Afectos de tontos

Mi abuelo resumía cualquier calamidad o desgracia, más o menos duradera, en una sola frase: "Habrá otro peor". De esta forma, el asfixiante sentimiento de dolor que causa la impotencia perdía fuerza frente a un pequeño rayo de luz que se colaba por la rendija de aquella frase, que más que una frase era una actitud.

No hablo del regocijo en la desgracia ajena, ni mucho menos, sino en la reducción de la soledad que causa un contratiempo o una mala situación en aquellos a los que afecta. Ese "otro peor" se convierte en un compañero genérico e incluso imaginario que, con su propia pena, nos acompaña e impulsa a seguir adelante un poquito más, incluso cuando faltan las fuerzas para volver a buscar una recuperación.

Ésta ha sido y es una época difícil. En lo personal, en lo familiar, en la salud y en lo académico. Abriendo un poco las miras, es obvio que tampoco ha sido ni es una buena época para el país ni para la inmensa mayoría de la sociedad.

Volviendo a lo más intimista, mi vida ha cobrado un curioso tono cobrizo, muy diferente al gris que la ha caracterizado durante años, o a los colores chillones que brillaron el último verano. No soy feliz, y probablemente tú tampoco termines de serlo. Hay muchas cosas que echo de menos y muchas otras que siempre he echado en falta. Otras tantas me sobran, pero se resisten a abandonar. Definitivamente, todo podría ser mejor. ¿Pero sabes qué? Que siempre "habrá otro peor".

Y va más allá del regocijo, del mal de muchos consuelo de tontos. Porque el otro es compañero y no rival por la felicidad, y porque no es consuelo, sino compañía en la soledad.

No es consuelo de tontos; es afecto de tontos. Son afectos de tontos.

Afectos deseados.

Hace bastante que no toco Blogger, pero hoy vi una entrada bastante interesante, que teoriza y clasifica lo que llamaríamos deseos humanos. Quizá es demasiado idealista, pero cuando hablamos de algo tan abstracto como la mente, se trata simplemente de una forma más de acercarse a ella:


Simplificando, creo que los humanos deseamos de dos formas diferentes: real y desesperadamente.
Un deseo real es en realidad un "confío". Cuando deseas algo realmente:
- Estás seguro de que lo mereces, te ves digno de lograrlo.
- No te importa tener que esperar un tiempo a que llegue, a que la vida y tú os preparéis para tenerlo.
- No te importa tener que trabajar, o simplemente creer, para conseguirlo.
- Confías plenamente en que lo tendrás, de ahí las dos características anteriores. Y confías en que lo tendrás, porque estás convencido de que lo mereces.
Por lo tanto, un confío, un deseo real, siempre llega, y siempre lo hace en el momento oportuno. Y lo mejor es que mientras lo deseas, el deseo no te come, sino que te hace sentir bien, y te permite disfrutar de como te vas acercando a él, porque ves las pruebas, aunque las llegues a pasar por alto. Y te ayuda, te ayuda a ser tú mismo y a convertirte en la persona idónea para que ese deseo se cumpla, o bien introduce en tu vida los medios para que se lleve a cabo.

Un deseo desesperado, por el contrario, es un antideseo. Cuando deseas algo desesperadamente:
- No crees que lo merezcas, o al menos no realmente. Puedes pensar que "lo necesitas" o "te hace falta", pero no sientes que lo merezcas, no te sientes digno de él.
- El tiempo te apremia, te asfixia, no disfrutas de su espera.
- Necesitas pruebas constantes de que el deseo se acerca, si no, puedes cambiarlo o dejarte llevar por la desesperación.
- No confías realmente en que lo tendrás. Lo esperas, lo necesitas, y lo terminas convirtiendo en una utopía, una utopía que jamás alcanzarás porque, según tú, no la mereces.
Por lo tanto, un antideseo, un deseo desesperado, no llega,  y menos en el momento en que lo quieres o necesitas. Lo peor es que mientras deseas, el deseo te come, te ataca, y, si es un deseo que va anclado a frustración o problemas, consigue el efecto contrario, el indeseo. En realidad, no es el propio deseo insatisfecho el que crea el indeseo, ya que este es obra del efecto que tiene el mismo sobre ti. El ver que el deseo no llega, el no recibir pruebas de que lo hará, provoca miedo, miedo a no recibirlo. El miedo se suma a la insatisfacción, y hacen que conviertas tu vida, o que te conviertas a ti mismo, en el lugar menos propicio para tu deseo. Por ejemplo, si deseas una moto desesperadamente, la frustración de no conseguirla te hará que, si tienes la oportunidad de coger la de un amigo para probarla, el miedo se apodere de ti y hagas que tengas un accidente con ella. Tras esto, tú (físicamente dañado) y tu vida, estáis en la situación menos adecuada para que el deseo se cumpla. Eso es el indeseo.